Jesús, un chico con una sombra de un bigote, habla en una voz suave y tiene una sonrisa tímida. Los ojos claros y el comportamiento inseguro son testigos de sus 17 años. Hace dos años que llegó en Columbus, Ohio atravesando por Tejas desde México. El viaje duró un mes. De los 20 compañeros que empezaron el viaje, la policía captó cuatro. El cruce le costó $2,700, un número astronómico para la familia de Jesús, campesinos de Toluca que es la 5ª ciudad más grande de México.
Cuando llegó como un chico de 15 años, Jesús encontró trabajo en un rancho por un tío, pero salió porque no quería trabajar más en un rancho. Después, salió de un restaurante chino por una pelea con otro mesero mexicano que según él, “fue muy feo.” Ahora trabaja 60 horas cada semana en la cocina de un restaurante mexicano. Dice que es muy feliz ahorrando dinero para comprar una casa en Toluca adonde quiere regresar en el próximo año porque según él, “Extraño a mi familia.”
La historia suya es tan común de los trabajadores sin documentos. Los americanos ven esta historia como otro ejemplo más de un sistema de inmigración que está roto. Cómo arreglar el sistema, cómo tratar a los trabajadores, con quiénes queda la responsabilidad y la culpa del problema son las preguntas que siguen e indican un polémico fuerte en los Estados Unidos. Un tema central del polémico es si los trabajadores tienen el derecho para entrar, ganar dinero y mejorar sus vidas en EEUU; y si los americanos tienen el derecho para decirles “No, no entren en nuestro país.”
De los dos lados, se suponen que los trabajadores sin documentos tendrán más oportunidades que si quedaran en MX y mejorarán sus vidas trabajando en EEUU. Pero analicemos esta suposición pensando en la historia de Jesús. ¿Mejora él su vida trabajando en EEUU?
Jesús sólo completó primaria. Dijo que su familia no tenía los $300 por año para la matrícula. En vez de continuar su educación, su familia pagó $2,700 para el cruce a EEUU. Suponemos que llevara $3,300 con él, lo cual es lo mismo de 11 años de las matrículas. Él hubiera podido terminar su licenciatura. Esta hipótesis tiene razón porque aunque la educación sale más caro con gastos de libros, uniformes, comidas y la inflación que devalúa $3,300 en el futuro, la familia podría ganar más en 11 años que en un año también.
Pero la realidad fue que la familia lo mandó a Jesús solo a EEUU a trabajar. Hace 4 años que él no está en escuela, y ahora no quiere conseguir su educación tampoco. En su adolescente, vive en un lugar donde no habla bien la lengua, no tiene ninguna familia, vive con otros adolescentes mexicanos quienes no tienen familias en Columbus. En vez de asistir la escuela, trabaja 10 horas cada día en una cocinera. En vez de sentirse conectado a una comunidad, confesa que la mayor desventaja de vivir en EEUU es, “Tengo miedo cada vez que veo la policía.”
Con el dinero que ahorró en EEUU, Jesús y la familia suya creen que él podría tener una vida mejor porque puede comprar una casa, casarse, contribuir dinero a la familia en Toluca. ¿Pero podría vivir mejor?
Sin educación ni orientación en sus años críticos, tal vez perdió más que ganó en EEUU. ¿Qué podría hacer cuando regrese? Sin educación, nunca podría conseguir un buen trabajo en MX ni EEUU. Los que dicen que se debe respetar el derecho de Jesús a trabajar y ganar en cualquier lugar que prefiera él, deberían pensar en el futuro de él. En respetar sólo su derecho a mudarse, no están pensando en su derecho a educación, a participación cívica, a información en cómo luchar por sus derechos. La conclusión no es que los inmigrantes no deberían venir a EEUU para mejorar sus vidas. Es que todos tienen que considerar todo lo que perdieron en venir a EEUU y si vale la pena.
Jesús, el que todavía parece como un niño en varios aspectos, cree que vale la pena.
“¿Recomendarías a otros que siguieran tu camino de Toluca a Columbus por Tejas?”
“Claro. Cuando regrese yo, vendrá mi hermano menor para conseguir mi trabajo aquí… para que pueda comprar una casa también.”
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