Viviendo en casas sin puertas, sin duchas privadas, sin caras conocidas, Ud. me pregunta por qué a mí me gusta vivir en lugares diferentes. Viajo porque hay 196 países y quiero conocerlos. Me encanta conocer a las selvas en la Amazonia, al Río Mekong que pasa por 6 países y a los mahouts de la India. Me muevo porque hay miles de idiomas y quiero conocerlos. Me fascina como español e inglés representen el mismo concepto en maneras distintas. Me intriga que hayan ocho palabras para ¨primo¨ en mandarín. Me voy a los pueblitos, favelas, ciudades porque quiero conocer los cuentos de la gente allá. Las poblaciones que viven 3,000 metros sobre el nivel del mar, en el nivel del mar, en un desierto tienen sus propias historias.
Pero no solo viajo para conocer al Mundo, viajo para conocer al mundo mío, el que queda adentro de mí. Sin las distracciones diarias que me rodean donde yo vivo, puedo enfocar en la relación con mí misma. En otra lengua y otra cultura, me hablo con más facilidad porque no importan las palabras sino las emociones, la conciencia y otras cosas intangibles. Sumergiéndome en los Andes con sus montañas insuperables, sus lagos serenos, y sus arroyos transparentes, el Mundo se desparece, el ego se desparece, y me comunico con claridad. En estos momentos, me doy cuenta que el prestigio, el intelecto, el destino son triviales. Hablando con campesinos, nómadas, jefes, me doy cuenta que tengo mucho mas similitudes que diferencias con todos los humanos. No importan si ellos son indios, nigerianos ni rusos… Son las relaciones conmigo, con la gente, con la tierra que se componen una vida realizada.
Con cada viaje, conozco un poco más de otro lugar y otro aspecto de mí misma. Con estos conocimientos, me relaciono mejor con las personas, ideas, opiniones del todo mundo. Para mí, los viajes son como brillos a un espejo que poco a poco refleja dentro y fuera.
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